Tras dos semanas de intenso sexo telefónico, era normal que O. y yo nos encontrásemos un poco cansados. Estábamos todo el día al teléfono, escribiéndonos tórridos mensajes y escuchando nuestros jadeos, así que, en cierto momento, todo se enfrió y llegamos a anular una cita ya planeada, pues él no es de Barcelona.
Antes de eso, le había hecho una proposición que se me antojaba muy morbosa, para Nochevieja. Esperaba tener un invitado para pasar al nuevo año entre sábanas y la idea era llamar por teléfono a O. y que nos escuchara mientras follábamos. Él estaría reunido con sus amigos, así que solo podría escucharnos y excitarse. Pero ésto quedó aparcado en el momento en que O. y yo nos concedimos el descanso.
Fui a buscar a H., mi amigo, a Barcelona. Cuando lo vi, me quedé impresionada. Iba vestido con un traje oscuro, camisa y corbata color lila, mi preferido.
Subió al coche y nos dirigimos a casa.
– Tengo que ducharme y vestirme para la ocasión también – le dije cuando llegamos.
– Yo me ducho contigo – me contestó con una sonrisa de vicio.
– Pero si ya vienes duchado – contesté, haciéndome la ingenua.
A los 10 minutos nos estábamos follando bajo el agua caliente de la ducha. Al acabar, nos secamos y fuimos a la cama. Tenía mi móvil sobre la mesita y veía una notificación de wassap.
– Ya estarás con él y yo cachondo perdido en casa de mi colega. Era O.
– ¿Quieres escucharnos? – pregunté.
Su respuesta fue pronta.
– Ojalá pudiera. Me muero de ganas…
– ¿Quieres? – insistí.
– Dios… Qué ganas, joder.
Le mandé un audio con las primera risas y jadeos.
El primer vídeo.
Una mano de hombre apretaba uno de mis pechos desde abajo, donde una boca devoraba mi sexo.
Segundo audio.
Sonido de besos y gemidos, yo pidiendo: ¿Quieres follarme de una vez?
– ¿Quieres más? – pregunté.
O. estaba muy excitado.
– Me vais a matar. Y si no me matáis, lo haré yo mismo, a pajas cuando llegue a la cama.
Nos intercambiamos varios mensajes más y tuve que dejarlo porque íbamos a cenar.
O lo intentamos…
Aunque en vez de eso, me puse sobre H. y empezamos a follar.
Ese fue el segundo vídeo.
– Me muero por verlo y escucharlo.
O. tenía que disimular su gran excitación, estando reunido con sus amigos.
Pasaron las campanadas pero H. y yo no nos enteramos. Seguíamos follando sobre el sofá. Cuando nos dimos cuenta que ya había pasado media noche, hicimos una pausa en nuestros juegos y cogí de nuevo el móvil.
– Feliz año, O.
– Feliz año – respondió. Cómo me estáis poniendo…
– ¿Quieres más?
– Quiero lo que queráis hacer conmigo.
Toda la situación era extremadamente morbosa.
Tercer vídeo. Mis pechos en primer plano y una mano de H. jugando con ellos, suavemente. De fondo, se escuchaba a Dani Rovira en la presentación de los premios Goya, estabamos viéndolo por Youtube, de hacía pocos años.
– Me tenéis loco. Qué morbazo, joder – escribía O.
– Tengo ganas de que lo puedas ver.
– Y yo de escucharlo. Quiero irme a la cama a pajearme con vosotros, y aún tardaré. Quiero lamerte, joder, y comerle la polla contigo. Me lo acabo de imaginar y me he puesto muy cachondo. Besarnos, tocarnos…
– Follarnos… – añadí.
– Sí. Los tres.
– Vaya puta entrada de año – dije. ¿Estás cachondo?
– Mucho – respondió. Estoy jugando con mis amigos. Y quiero follar. Follar. Y FOLLAR.
Había urgencia en sus palabras.
– ¿Follarme? – pregunté.
– Follarte.
– ¿Follarnos?
– Follaros – sentenció.
– ¿A qué hora te vas a casa? Quiero escuchar cómo te pajeas.
– Me quedo a dormir en casa de mis amigos…
Eran las 4 y nosotros íbamos a dormir un rato. Así que me despedí de O.
A las 6 recibí un mensaje.
– Ya soy vuestro. Ya me tenéis en la cama.
Me reenvió el último vídeo.
– Qué manera de tocártelos (los pechos). Qué envidia. Voy a tocarme…
Contesté una hora más tarde y él seguía en su cama, imaginando, disfrutando.
– ¿Te gusta verme follar? – pregunté.
Me mandó un audio donde me contestaba entre gemidos.
– Estoy por despertar a mi amigo…
Seguía recibiendo audios de O. Llevaba horas aguantando el deseo y ahora se estaba desquitando.
– Me encanta escuchar cómo jadeas – dije en voz bajita -, pero me encantaría más escucharlo en mi oído, porque soy yo quien provoca esos jadeos. Anoche pensé en ti mientras H. me follaba, y él lo sabe.
– Móntame – suplicaba O. -. Ahí la tienes, tan dura ya, que podrías hacerlo.
– Qué cachonda estoy, cabrón. Voy a tener que despertarlo.
Pero no lo hice, me apetecía seguir escuchando a mi lejano amigo, excitarme con él.
– Me gustaría comerte la polla mientras él me folla. Que me comas el coño mientras yo hago lo mismo con su rabo.
– Eres una zorra – dijo M.
– Esta zorra hace que te corras
– Joder, si haces que me corra. Lo sabes bien. Tú me has oído disfrutar como un cabrón.
O. era una fuente inagotable de jadeos.
– Me tienes muy salido. Estoy tan duro, te imagino cabalgándome, comiéndola hasta el fondo. Quiero que me folles, Dios.. Mi polla es tuya.
– Lo sé.
– Cada vena, cada pliegue… – escuchaba que decía con voz entrecortada. Quiero acariciar tu coño con mi boca. Atrapar tu clítoris, succionarlo, masturbarte, quiero follarte y que te corras, y no parar… lo deseo tanto.
Yo miraba a H. Pero dormía tan plácidamente…
– H. no se despierta – dije.
– Eso es que lo has agotado. ¿Quieres que se despierte y follarnos a los dos?
– Sí. Eso quiero. ¿Y tú no has dormido?
– No. No he dormido aún. Me metí en la cama cuando te lo dije y desde entonces he estado acariciándome despacio. Y cuando apareciste me he animado a tocarme más intenso, pero tengo mucho miedo porque me conozco contigo, y se me va la olla y no quiero armar un escándalo. No me apetece descansar, me apetece disfrutar de estar contigo, seguir tocándome despacio mientras hablamos.
Pero el cansancio me podía. Me estaba quedando dormida, y así se lo expuse.
– Descansa – me contestó. Y si luego volvéis a follar y quieres que me sume, sólo tienes que avisarme antes de llamar.
– Voy a intentar despertarlo ahora.
– Deja que duerma, no sea que no te rinda.
– Se la he chupado y se ha puesto duro.
– Y yo te acariciaba la espalda mientras lo hacías, y te miraba.
Me reí y le dije que aún así no se despertaba.
Le mandé un vídeo cogiendo la polla de H. y masturbándolo.
– ¿Así te vas a poner a dormir tú ahora, haciendo eso?
– Sí. Me caigo de sueño. ¿Te importa si te dejo solo?
– Vale, no te preocupes. Descansa. Haz lo que quieras hacer, si luego quieres compartir algo conmigo, me avisas. Te beso…
– Yo también te beso…
– Sé que no debería mirar tanto el vídeo de tu mano acariciando su polla, pero deseo tanto que sea la mía…
Eran las 9 de la mañana ya.
– Me habéis puesto muy cachondo entre los dos. Pero ponte a domir ya, descansa.
– Duerme tú también.
– No puedo. Te deseo y quiero aprovecharlo y sentirte todo lo que pueda. Luego dormiré, si me prometes avisarme si quieres algo de mi, ¿de acuerdo? Me gusta tanto acariciarme contigo.
– Te lo prometo. Pero noto que se me va la cabeza. Voy a dormir.
A las doce de la mañana volvimos a hablar. H. seguía durmiendo después de tener que levantarse indispuesto al baño.
– Creo que ya no habrá más sexo. No se encuentra bien. Oye… ¿tendremos una cita algún día?
– Yo creo que sí. Pero ahora mismo no. Estoy en unos momentos un poco raros (por circunstancias personales).
Seguimos charlando un rato.
Sus amigos se estaban levantando y decidimos dejar la charla para otro rato.
Ha sido la mejor entrada a un año nuevo de mi vida.